La IV Fiesta por la Mujer y la Vida culmina este sábado 23 de febrero. La finalidad de esta fiesta es sencillamente: “la defensa de la vida humana y de la mujer”. Estamos ante una realidad de tanta importancia para la sociedad española y toledana, que nuestros responsables políticos, en vez de estar enfrascados en ver cómo conseguir votos y ser elegidos, a consta de lo que sea, deberían estar doliéndoles la cabeza en buscar en los próximos programas cómo conseguir generar vidas humanas y la defensa verdadera de la mujer. El programa del descenso de la natalidad humana es tan grave, que me consideraría un irresponsable, si no hablara de este tema a los católicos y a quien quiera leerme.
Que no se escondan nuestras autoridades diciendo que defender el valor primario de la vida humana y el deber absoluto de defender la vida misma, desde su concepción hasta su extinción natural, es propio de la Iglesia, no de la sociedad política. No es verdad, y en la conciencia de nuestra generación está lo inaudito de tener en España una ley del aborto, en la que se dice que éste es declarado un derecho de la mujer. Ni siquiera dice de la pareja, sino de aquella que lleva en su seno una nueva vida humana. Indudablemente que los católicos consideramos esta situación insoportable, pero es que, curiosamente, en la Europa laica/laicista la falta de natalidad, los pocos niños que nacen, está siendo algo que se vuelve contra nuestra misma sociedad y su futuro.
Pero, ¡atención!: lo que los católicos defendemos no es sólo cuidar de la vida durante toda la vida. También luchamos porque se preste atención a las condiciones de vida: salud, educación, oportunidades de trabajo. En resumen, todo lo que permite a una persona vivir de manera digna. Los movimientos por la defensa de la vida, que son muy pocos en la izquierda española y tampoco abundan en el campo de la derecha, se esfuerzan por multiplicar acciones, atenciones e iniciativas, Por cierto, y no es publicidad, pero miren en la página web del Arzobispado de Toledo y vean cuántos proyectos estamos llevando a cabo, con poquísimo dinero público. Porque se trata de un asunto grave, de manera que la defensa de la vida tiene su punto de apoyo en la acogida de los que han sido generados, ya concebidos, y están todavía custodiados en el seno materno, envueltos en el seno de su madre como en un abrazo amoroso que los une.
Todo esto nos invita a ver, sin ideologías, la concepción y el nacimiento no como un hecho mecánico o solo físico de la perspectiva de la relación y de la comunión que une a la mujer y a su hijo. Defender la vida del hijo concebido es defender también, y de qué modo, la vida de la madre y su dignidad. Hay un texto en el profeta Isaías precioso y además impresionante: “No recordéis lo de antaño, no penséis en la antiguo; mirad que se realiza algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (43, 18). Dios tiene entusiasmo en generar, cada vez como al principio, algo que no estaba allí antes y trae una belleza inesperada: Por eso agrega Dios por medio del profeta: “¿No lo reconocéis?”. Así quiere el Señor sacudirnos para salir de nuestro sopor. “¿Cómo es posible –vendría a decir- que no os deis cuenta del milagro que se cumple ante vuestros ojos?” Y nosotros, ¿cómo es posible que podamos considerar aún la generación de una nueva vida humana solamente una obra nuestra, hasta sentirnos con derecho a disponer de ella como queramos? Es un disparate.
Es palabras del Papa Francisco “los concebidos son hijos de toda la sociedad, y su asesinato en un número enorme, con la aprobación de los Estados constituye un grave problema que socaba en su base la construcción de la justicia…” (Discurso al Consejo directivo del Movimiento por la Vida Italiano, el 02 de febrero de 2019). Extinguir la vida voluntariamente mientras está floreciendo es, en cualquier caso, una especie de traición a nuestra vocación, así como al pacto que siempre une a las generaciones, pacto que nos permite mirar adelante con esperanza. Entonces, dice el Papa, también la vida se reduce a un bien de consumo, de usar y tirar, para nosotros y para los demás.
Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo, Primado de España